viernes, 14 de enero de 2011

Aseguran que más personas sobreviven a un balazo en la cabeza

Los médicos son “precavidamente optimistas” en torno a su supervivencia.

El hecho de que esté viva es sorprendente para mucha gente, pero la gente sobrevive a este tipo de lesiones con más frecuencia de la que imaginan.

La atención inmediata, las condiciones generales de salud y las especificaciones de la herida definen las posibilidades de superarlo

Aunque todos los pacientes y cada lesión son distintos, en promedio, dos de cada tres pacientes con una herida de bala no viven lo suficiente como para llegar al hospital.

Entre el tercio que sobrevive, sólo el 50% vive más de 30 días. Claro que las cifras no hablan de las funciones neurológicas a largo plazo de los sobrevivientes.

Hasta ahora, según sus médicos, Giffords podría formar parte de la pequeña minoría de pacientes que supera las posibilidades. ¿Qué hizo que esas posibilidades jugaran a su favor?

Primero que nada, recibió atención inmediata y entró al quirófano 38 minutos después de haber llegado al hospital. Su salud general y su juventud también fueron benéficas.

La lesión de la bala fue de entrada y salida, algo significativo porque parte de la energía de la bala se disipó en el espacio, no dentro de su cavidad craneal.

Los neurocirujanos querrán saber si la bala atravesó la línea central del cerebro. De ser así, hay posibilidades mucho más bajas de supervivencia. En el caso de Giffords, no fue así.

Otros factores positivos: su presión sanguínea no bajó como resultado de la hemorragia, y el abastecimiento de oxígeno en su cuerpo se mantuvo estable, según los médicos que entrevisté.

Finalmente, el hecho de que Giffords estuviera “siguiendo instrucciones” incluso después de la cirugía fue una señal muy positiva.

Seguir instrucciones implica un nivel más alto de funciones cerebrales que sólo los movimientos reflejo simples.

Indica que fue capaz de escuchar la orden. Logró procesar el significado de la orden y finalmente pudo realizar la acción que se le señaló.

Hablé con el Dr. Randall Friese, el cirujano traumático que examinó a Giffords cuando llegó al hospital. Me dijo que ella pudo entenderlo con claridad, y apretó su mano cuando él le pidió que lo hiciera. Después de la cirugía, Giffords todavía pudo seguir indicaciones.

Durante una operación como esta, los médicos quieren controlar la sangre, remover fragmentos de hueso que hayan penetrado el cerebro y deshacerse de cualquier tejido cerebral muerto a lo largo de la trayectoria de la bala.

Además, su neurocirujano, el Dr. Michael Lemole, se deshizo de hueso adicional en el lado izquierdo de su cerebro.

A eso se le llama craniectomía descompresiva, y se realiza para prevenir las consecuencias catastróficas de la inflamación cerebral, una preocupación real y grave para los próximos días.

Piénsenlo así: a diferencia de los órganos en otras partes del cuerpo, si el cerebro se inflama no tiene lugar en dónde expandirse, pues está confinado dentro de la rigidez del cráneo.

Como Lemole removió porciones del cráneo, ofreció espacio extra para que el cerebro se inflame. Incidentalmente, el hueso que se remueve se guarda y se coloca de nuevo en la cabeza en una cirugía futura.

En la medicina y en la cirugía, los médicos se niegan a citar estadísticas, pues cada paciente es un individuo, y eso incluye a Gabrielle Giffords.

Sin duda, Giffords no ha superado el peligro aún, pero “precavidamente optimistas” suena muy bien después de una lesión tan devastadora como ésta.

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