sábado, 4 de abril de 2009

Clara Rojas ex candidata presidencial de Colombia afirma que Ingrid Betancourt y ella tomaron destinos diferentes

Clara Rojas: «Ingrid y yo dificilmente tenemos relación, cada una escogió un camino distinto»
Todavía arrastra heridas del secuestro. Y un hijo de cuatro años, fruto de una enigmática relación con un guerrillero.

Compañera de secuestro de Ingrid Betancourt asegura: «Las FARC sólo son jóvenes sin estudios que aspiran a dejar las armas»

Clara Rojas, la candidata a la Vicepresidencia de Colombia retenida por la guerrilla de las FARC entre 2002 y 2008, insiste en que ha superado el malvivir de seis años de cautiverio.

Catorce meses después de su liberación sólo persisten algunas sensaciones. Echar en falta el tintinear de los grilletes cuando mueve la mano, el erizar de la piel al leer noticias sobre la guerrilla y cierto brillo en los ojos tras averiguar que el Centro de Mujeres de Maracaibo en Venezuela, donde se realiza la entrevista, sólo puede ofrecerle zumo de naranja. «Después de aquello cualquier cosa basta para alegrarme el día», suspira.

Rojas arma una sonrisa que sólo se tuerce para referirse a Ingrid Betancourt, la candidata a la presidencia colombiana junto a la que fue secuestrada y con la que dejó de hablarse en algún momento del secuestro. «Porque allá pasaron muchas cosas», dice de la selva. Su historia la detalla en un libro que saldrá a la venta el próximo otoño.

—Su secuestro terminó hace trece meses pero a usted la siguen presentando en todas partes como la liberada de las FARC.

—Sí, eso no ayuda mucho a superarlo. Para el mundo no ha quedado atrás y para mí, sí, lo intento, lo he expulsado todo en ese libro. La gente me ve como una ex secuestrada pero también soy mamá, mujer, abogada. Espero que con el tiempo se me empiece a conocer más como Clara Rojas y pueda librarme del recuerdo.

—Seis años de secuestro, ¿hay que olvidar para superarlo?

—Persiste el recuerdo de vivir atada como un animal, de esa humillación continuada. Olvidar no creo que lo olvide pero hay que dejarlo atrás para superarlo. Esa sensación sigue dándome vueltas. A veces esta fama, que todo el mundo te mire como una ex secuestrada, tampoco ayuda.

—En Colombia esa fama suele atraer también a los partidos políticos. ¿Ha recibido ofertas para hacer carrera en el Gobierno?

—He recibido ofertas que no puedo precisar y no descarto entrar en política. Los que hemos vivido un secuestro podemos aportar otro factor humano y no hay que desaprovecharlo. Queremos que se resuelva el problema más allá de cualquier interés político, que nadie sufra eso.

—¿Al gobierno de Colombia le falta ese factor humano para atajar el conflicto?

—En ocasiones las posiciones están demasiado polarizadas.

El gobierno está cambiando actitudes, han ido acercándose y ha ocurrido justamente por la necesidad de liberar a los secuestrados. Teniendo en cuenta el estado de la guerrilla deberían abrirse negociaciones más profundas.

—¿Cuál es el estado en el que se encuentra la guerrilla?

—No gozan de muchos medios. No tienen grandes recursos ni mucha capacidad de movilización. Creo que el Gobierno los tiene arrinconaditos y el conflicto se ha enquistado.

Las FARC sólo aspiran a una salida digna y hay que ayudarlos a encontrarla.

El gobierno está cambiando actitudes, han ido acercándose y ha ocurrido justamente por la necesidad de liberar a los secuestrados.

Teniendo en cuenta el estado de la guerrilla deberían abrirse negociaciones más profundas.

—Hay quien verá en su opinión cierto deje del síndrome de Estocolmo. Usted tuvo un hijo con un guerrillero.

—Sin duda mis vivencias han forjado una visión distinta a la que tenía antes. Los guerrilleros que conocí no tienen estudios, son jóvenes que no saben de qué vivir.

Allá les pones cara y ves que no son máquinas, son seres humanos aunque sin ningún derecho para secuestrar mi vida, la vida de otras personas.

Pero muchos desean renunciar a eso para incorporarse a la sociedad. Los Gobiernos que no entiendan eso estarán retrasando el final del conflicto. Es necesario un proceso de diálogo y de responsabilidad.

—Las FARC no facilitan mucho la negociación, amparándose en una ideología comunista.

—De puertas afuera dicen que quieren reivindicar las causas del pueblo pero no es así. Si tuvieron ideales en algún momento, ya los han perdido, no llegan a ningún lado. No saben qué es lo que quieren ni por qué luchan.

—Debió de presenciar conversaciones más propias de una narcoguerrilla.
—Sólo puedo hablar de los captores con los que conviví pero sí tienen recursos. Nos paseaban por campos de cultivo de coca, ellos lo hacían constantemente.

—Algunos gobiernos defienden que las FARC siguen luchando por ideales. El presidente venezolano Hugo Chávez, que medió para lograr su liberación, insiste en que la guerrilla «lidera un proyecto bolivariano». ¿Le ha advertido de su error?

—No entraré en temas políticos. Siempre le estaré agradecida a Venezuela porque gracias a ellos me liberaron.

—En el momento de esa liberación el representante venezolano alentó a los guerrilleros que la custodiaban.

«Sigan con esa lucha, cuenten con nosotros camaradas», les dijo.
—Lo oí. Creo que el ministro [de Interior y Justicia, destituido el pasado septiembre] se encontraba bajo una gran presión y sólo buscaba intermediar en un momento tenso. La responsabilidad de él era enorme.

—EE.UU. le acusó y congeló sus bienes por apoyar el narcotráfico de las FARC. La guerrilla también se mueve libremente por zonas de Venezuela y Ecuador.

—No me gusta hablar sobre especulaciones, sino sobre hechos concretos. Yo sólo puedo dar fe de lo que conozco, de las buenas intenciones del gobierno de Venezuela.

—Cuando bajó de ese helicóptero el gobierno de Venezuela la exhibió como un logro propio. ¿Se ha sentido utilizada?

—Excesivamente exhibida, quizá, pero se me ha respetado bastante. Hay otras cosas, que cuento en mi libro.

—¿Lo cuenta todo?

—Hay cosas que me guardo. Ese libro pretende aproximar a las personas a la violencia que supone el secuestro.No hubo un momento concreto en que Ingrid y yo rompiéramos nuestra relación.

Ingrid y yo intentamos escaparnos y fracasamos. Entonces nos encadenaron durante semanas, nos separaron, lo pasamos muy mal. Allí hubo incriminaciones mutuas y ese fue un punto de inflexión, sin duda

—¿Aclara en el libro si era o no candidata a la Vicepresidencia?
—Eso siempre lo han contado mal
.


A mí me nombraron candidata a la Vicepresidencia en el momento en que ya estaba secuestrada. Yo era la directora de la campaña de Ingrid cuando nos llevaron. Luego, ya en la selva, me postularon como candidata a la Vicepresidencia. Supongo que para ayudarme, para que mi caso no cayera en el olvido.

—Usted dio a entender que se arrepintió de acompañar a Ingrid a la selva. ¿Mantienen el contacto?

—Me arrepiento de haber estado en un lugar y momento equivocado. Cuando nos llevaron no me buscaban a mí, pero nunca pensamos que el secuestro fuera a ser tan largo. Ahora difícilmente tenemos relación, porque estamos viviendo en países diferentes y lejanos. Cada una escogió un camino distinto.

—Otros que sufrieron el secuestro de las FARC con ustedes también han escrito un libro. Allí explican que Betancourt se comportaba de forma chulesca durante el secuestro, que trataba a los guerrilleros como si fueran del mismo bando.

—Esa es su versión y yo no voy a opinar. Quizá estén resentidos porque todavía no han superado el secuestro. Quien quiera saber, que le pregunte a Ingrid.

—¿En qué momento se rompió su relación con Betancourt?

—No hubo un momento concreto. Ingrid y yo intentamos escaparnos y fracasamos. Entonces nos encadenaron durante semanas, nos separaron, lo pasamos muy mal. Allí hubo incriminaciones mutuas y ese fue un punto de inflexión, sin duda. No nos recriminábamos que no hubiéramos podido escapar, sino que la idea del sufrimiento sin fin era muy dura.

—Luego estuvo alejada durante años de su único hijo, Emmanuel, fruto de una relación con un miembro de las FARC.

—Prefiero no hablar del niño, va a cumplir cinco añitos y está muy bien pero quiero que tenga una vida normal. De su padre no tengo información.

—¿Él sabe quién es su padre?

—Todavía no lo ha preguntado. Tampoco tengo prisa en contárselo, no sé como afrontarlo. Pero Emmanuel fue el motivo por el que puedo superar el secuestro. Lo olvido todo cada mañana, cuando me despierta de madrugada para decirme: «Mamá, ya amaneció». Extraída de ABC

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