Los especialistas afirman que dos de cada cinco personas que hacen dieta se tornan irritables con su entorno. Es lo que denominan “malestar psicológico”, una de las conductas que pueden manifestarse como resultado de la restricción calórica. Cómo reducir su impacto en el círculo íntimoPor Valeria Chavez.
Una investigación realizada en el país reveló que el 42,5% de las personas que realizan dietas para bajar de peso sufren de irritabilidad, trastorno de la conducta que acrecienta marcadamente las posibilidades de abandono del tratamiento en el mediano plazo.
Los datos surgieron de las valoraciones psico-diagnósticas sobre grupos de pacientes tanto bajo internación como ambulatorios.
El profesor doctor Ricardo Chiosso (MP 13.766) es el director médico de Sanatorio Diquecito y remarcó que el estudio les permitió determinar cuáles son las consecuencias que producen las dietas realizadas durante más de tres semanas en el estado de ánimo de las personas.
“Comprobamos que los pacientes bajo tratamiento aumentan ciertos síntomas negativos que no sólo afectan su estado de ánimo sino que también ponen en riesgo el cumplimiento de la dieta, produciendo un alto porcentaje de deserciones como consecuencia de estos efectos colaterales del proceso”, destacó, al tiempo que detalló que “entre esas manifestaciones de la restricción calórica en la conducta del individuo -comúnmente conocidas como ‘malestar psicológico- se destacan además la ansiedad, la angustia y el desaliento, entre otros.
Todo esto conlleva una alta carga de estrés para el paciente que lo lleva al desánimo y finalmente al abandono de su tratamiento para mejorar su peso y, por ende, su salud en general”.
La irritabilidad
“En este marco la irritabilidad manifiesta en un gran número de pacientes tiene dos componentes muy complejos que no tardan en aflorar: la intolerancia y, luego, la agresividad”, sintetizó Chiosso, para quien “el término ‘irritabilidad’ podría definirse como la manifestación de un umbral muy bajo de tolerancia; es decir, la persona se vuelve intolerante a pequeñas contrariedades”.
El elemento negativo de esta manifestación es su alta percepción por parte del entorno familiar y laboral de la persona (soporte social), lo que deriva en problemas interpersonales y en una presión psicológica extra a la que ya significa privarse de la cantidad o calidad de comida acostumbrada.
“Como el paciente transita su dieta en un estado permanente de irritabilidad por cuestiones que antes le eran indiferentes, se genera una reacción altamente negativa, que es la agresividad.
Ésta no se expresa necesariamente en forma de violencia física, sino mayormente en otras formas mucho más sutiles como la ironía, el silencio, la ausencia en el acto de comunicación o la palabra dura, hiriente, o sencillamente la elevación del tono de la voz”, puntualizó Chiosso.
Dado que el entorno de la persona percibe esta situación, comienzan las dificultades, generándose un círculo vicioso que desalienta en forma permanente el avance de la dieta.
Cuanto más cercano es el vínculo, más profundo es el conflicto y más negativo para todos los integrantes del grupo familiar o laboral.
Por qué sólo algunos pacientes manifiestan irritabilidad
Hay gente que tiene mecanismos de compensación muy fuertes, o sea, disponen de diferentes vías para compensar más saludablemente el balance calórico negativo (déficit de comida).
Otras personas, en cambio, no tienen otras vías alternativas de gratificación más que la ingesta de alimentos y cuando éste les falta su personalidad muestra cambios importantes.
En otras palabras –consideró Chiosso- son personas que desde chicos aprendieron mecanismos muy limitados de gratificación basados sólo en la alimentación y, ante una restricción en su ingesta, no encuentran otras vías de compensación. Allí es cuando la irritabilidad se hace más evidente.
Cómo detectar si alguien forma parte de este grupo
El especialista destacó que “en general la persona no suele darse cuenta por sí sola de esta situación, sino que necesita la ayuda de pares de mucha confianza, y muy sinceros, que le expresen si notan cambios en su forma de reaccionar a los mismos estímulos habituales”.
“Otra manera de detectar esta situación es percibir si existe un aumento en la conflictividad con el entorno.
Cuando esto ocurre en ‘varios frentes’ simultáneamente, puedo deducirse que el problema está en el estado de ánimo del paciente y éste es generado por su condición de dietante crónico.
En este aspecto es invalorable la percepción de la familia, el compañero/a, los hijos, etcétera”, detalló.
Cómo reducir los niveles de irritabilidad
Como en todo tratamiento, es muy importante la intervención médica para detectar y minimizar la aparición de estas situaciones altamente negativas.
Es el médico quien debería acompañar a la persona a buscar la minimización de los síntomas en sus inicios, máxime sabiendo que estadísticamente son muy pocas las personas que por decisión propia plantean estas molestias a sus profesionales de cabecera, y que la mayoría resolverá esta tensión a través de la deserción.
“Algo que recomendamos –destacó Chiosso- es que la familia acompañe al paciente a sus consultas médicas, porque a veces él mismo minimiza lo que ocurre en su casa y por no expresarlo a tiempo la dieta fracasa.
Una vez que conocemos a fondo la situación real, existen tres salidas principales a estos malestares psicológicos”.
1- Recomendar la actividad física u otras vías de generación de placer. La actividad física es un excelente ansiolítico que ayuda a reducir los niveles de irritabilidad.
Cuando estamos frente a una persona que realiza dieta debemos entender que nadie puede abandonar un placer a cambio de nada.
En otras palabras, yo no puedo dejar de comer a cambio de nada, y en este sentido la actividad física moviliza placer, sensación de bienestar. Hay gente a la que a lo mejor no le gusta la actividad física.
En dichos casos el médico interviniente debe indagar sobre sus gustos y sugerirle otras alternativas recreativas, como pintar, hacer manualidades o cualquier otra que contrarreste la falta de placer.
Muchas veces la espiritualidad es un excelente camino. También la militancia política o social son vías de gratificación que bajan mucho los niveles de ansiedad y de irritabilidad.
2- Medicación. Como segundo paso, yendo de menor a mayor, debemos saber que existe medicación específica para contrarrestar situaciones muy extremas de irritabilidad que estén afectando el cumplimiento de los objetivos de descenso de peso. Hay medicamentos modernos, no adictivos, que ayudan a la persona a compensar estas situaciones.
Pero mucho cuidado; esto debe ser siempre recetado por un médico interviniente y sólo en casos muy específicos. La farmacoterapia en estos casos debe cumplir los siguientes requisitos: deben utilizarse monodrogas (nunca cócteles de fármacos); se debe utilizar este recurso sólo desde el segundo mes de tratamiento, pero nunca desde el comienzo; y, en tercer lugar, debe ser administrado luego de chequeos clínicos y cardiológicos.
3- Internación en centros especializados. La tercera opción es la internación en centros especializados en obesidad en donde se disponga de apoyo médico permanente que ayude a la persona a cursar su tratamiento bajo una contención psicológica integral, y en donde el paciente no sólo reduzca su peso sino que aprenda hábitos que le permitan modificar sus conductas alimentarias a largo plazo.
Un ambiente especialmente preparado para que el paciente pueda realizar su dieta permitirá a éste alcanzar resultados cuatro veces mayores que los de cualquier abordaje ambulatorio.
Además, las alternativas de esparcimiento que se plantean en estos espacios ayudan al paciente a reducir su malestar psicológico, enfocándose en un ciento por ciento en los objetivos planteados.
En ese sentido, propuestas como la de Sanatorio Diquecito no sólo enseñan a la persona hábitos saludables de vida y de alimentación sino que también la dotan de herramientas efectivas para manejar el stress y la impulsividad.
El papel de la familia
El apoyo es muy importante. Hay familias muy rígidas que no tienen capacidad de amortiguación de los cambios de conducta negativos que muestra el paciente durante su tratamiento, y en lugar de apoyarlos, boicotean su esfuerzo con críticas constantes a su estado de ánimo.
“Hay que entender, sin embargo, que el tratamiento es un momento difícil en donde todos somos parte del problema y, por ende, el mismo hogar que generó hábitos obesos (hoy se habla de “hogar obeso” y no de personas obesas) tiene que poner su grano de arena y tomar ciertos sacrificios en pos de ayudar a quien está atravesando el difícil momento de la dieta”, concluyó el especialista.
Una investigación realizada en el país reveló que el 42,5% de las personas que realizan dietas para bajar de peso sufren de irritabilidad, trastorno de la conducta que acrecienta marcadamente las posibilidades de abandono del tratamiento en el mediano plazo.
Los datos surgieron de las valoraciones psico-diagnósticas sobre grupos de pacientes tanto bajo internación como ambulatorios.
El profesor doctor Ricardo Chiosso (MP 13.766) es el director médico de Sanatorio Diquecito y remarcó que el estudio les permitió determinar cuáles son las consecuencias que producen las dietas realizadas durante más de tres semanas en el estado de ánimo de las personas.
“Comprobamos que los pacientes bajo tratamiento aumentan ciertos síntomas negativos que no sólo afectan su estado de ánimo sino que también ponen en riesgo el cumplimiento de la dieta, produciendo un alto porcentaje de deserciones como consecuencia de estos efectos colaterales del proceso”, destacó, al tiempo que detalló que “entre esas manifestaciones de la restricción calórica en la conducta del individuo -comúnmente conocidas como ‘malestar psicológico- se destacan además la ansiedad, la angustia y el desaliento, entre otros.
Todo esto conlleva una alta carga de estrés para el paciente que lo lleva al desánimo y finalmente al abandono de su tratamiento para mejorar su peso y, por ende, su salud en general”.
La irritabilidad
“En este marco la irritabilidad manifiesta en un gran número de pacientes tiene dos componentes muy complejos que no tardan en aflorar: la intolerancia y, luego, la agresividad”, sintetizó Chiosso, para quien “el término ‘irritabilidad’ podría definirse como la manifestación de un umbral muy bajo de tolerancia; es decir, la persona se vuelve intolerante a pequeñas contrariedades”.
El elemento negativo de esta manifestación es su alta percepción por parte del entorno familiar y laboral de la persona (soporte social), lo que deriva en problemas interpersonales y en una presión psicológica extra a la que ya significa privarse de la cantidad o calidad de comida acostumbrada.
“Como el paciente transita su dieta en un estado permanente de irritabilidad por cuestiones que antes le eran indiferentes, se genera una reacción altamente negativa, que es la agresividad.
Ésta no se expresa necesariamente en forma de violencia física, sino mayormente en otras formas mucho más sutiles como la ironía, el silencio, la ausencia en el acto de comunicación o la palabra dura, hiriente, o sencillamente la elevación del tono de la voz”, puntualizó Chiosso.
Dado que el entorno de la persona percibe esta situación, comienzan las dificultades, generándose un círculo vicioso que desalienta en forma permanente el avance de la dieta.
Cuanto más cercano es el vínculo, más profundo es el conflicto y más negativo para todos los integrantes del grupo familiar o laboral.
Por qué sólo algunos pacientes manifiestan irritabilidad
Hay gente que tiene mecanismos de compensación muy fuertes, o sea, disponen de diferentes vías para compensar más saludablemente el balance calórico negativo (déficit de comida).
Otras personas, en cambio, no tienen otras vías alternativas de gratificación más que la ingesta de alimentos y cuando éste les falta su personalidad muestra cambios importantes.
En otras palabras –consideró Chiosso- son personas que desde chicos aprendieron mecanismos muy limitados de gratificación basados sólo en la alimentación y, ante una restricción en su ingesta, no encuentran otras vías de compensación. Allí es cuando la irritabilidad se hace más evidente.
Cómo detectar si alguien forma parte de este grupo
El especialista destacó que “en general la persona no suele darse cuenta por sí sola de esta situación, sino que necesita la ayuda de pares de mucha confianza, y muy sinceros, que le expresen si notan cambios en su forma de reaccionar a los mismos estímulos habituales”.
“Otra manera de detectar esta situación es percibir si existe un aumento en la conflictividad con el entorno.
Cuando esto ocurre en ‘varios frentes’ simultáneamente, puedo deducirse que el problema está en el estado de ánimo del paciente y éste es generado por su condición de dietante crónico.
En este aspecto es invalorable la percepción de la familia, el compañero/a, los hijos, etcétera”, detalló.
Cómo reducir los niveles de irritabilidad
Como en todo tratamiento, es muy importante la intervención médica para detectar y minimizar la aparición de estas situaciones altamente negativas.
Es el médico quien debería acompañar a la persona a buscar la minimización de los síntomas en sus inicios, máxime sabiendo que estadísticamente son muy pocas las personas que por decisión propia plantean estas molestias a sus profesionales de cabecera, y que la mayoría resolverá esta tensión a través de la deserción.
“Algo que recomendamos –destacó Chiosso- es que la familia acompañe al paciente a sus consultas médicas, porque a veces él mismo minimiza lo que ocurre en su casa y por no expresarlo a tiempo la dieta fracasa.
Una vez que conocemos a fondo la situación real, existen tres salidas principales a estos malestares psicológicos”.
1- Recomendar la actividad física u otras vías de generación de placer. La actividad física es un excelente ansiolítico que ayuda a reducir los niveles de irritabilidad.
Cuando estamos frente a una persona que realiza dieta debemos entender que nadie puede abandonar un placer a cambio de nada.
En otras palabras, yo no puedo dejar de comer a cambio de nada, y en este sentido la actividad física moviliza placer, sensación de bienestar. Hay gente a la que a lo mejor no le gusta la actividad física.
En dichos casos el médico interviniente debe indagar sobre sus gustos y sugerirle otras alternativas recreativas, como pintar, hacer manualidades o cualquier otra que contrarreste la falta de placer.
Muchas veces la espiritualidad es un excelente camino. También la militancia política o social son vías de gratificación que bajan mucho los niveles de ansiedad y de irritabilidad.
2- Medicación. Como segundo paso, yendo de menor a mayor, debemos saber que existe medicación específica para contrarrestar situaciones muy extremas de irritabilidad que estén afectando el cumplimiento de los objetivos de descenso de peso. Hay medicamentos modernos, no adictivos, que ayudan a la persona a compensar estas situaciones.
Pero mucho cuidado; esto debe ser siempre recetado por un médico interviniente y sólo en casos muy específicos. La farmacoterapia en estos casos debe cumplir los siguientes requisitos: deben utilizarse monodrogas (nunca cócteles de fármacos); se debe utilizar este recurso sólo desde el segundo mes de tratamiento, pero nunca desde el comienzo; y, en tercer lugar, debe ser administrado luego de chequeos clínicos y cardiológicos.
3- Internación en centros especializados. La tercera opción es la internación en centros especializados en obesidad en donde se disponga de apoyo médico permanente que ayude a la persona a cursar su tratamiento bajo una contención psicológica integral, y en donde el paciente no sólo reduzca su peso sino que aprenda hábitos que le permitan modificar sus conductas alimentarias a largo plazo.
Un ambiente especialmente preparado para que el paciente pueda realizar su dieta permitirá a éste alcanzar resultados cuatro veces mayores que los de cualquier abordaje ambulatorio.
Además, las alternativas de esparcimiento que se plantean en estos espacios ayudan al paciente a reducir su malestar psicológico, enfocándose en un ciento por ciento en los objetivos planteados.
En ese sentido, propuestas como la de Sanatorio Diquecito no sólo enseñan a la persona hábitos saludables de vida y de alimentación sino que también la dotan de herramientas efectivas para manejar el stress y la impulsividad.
El papel de la familia
El apoyo es muy importante. Hay familias muy rígidas que no tienen capacidad de amortiguación de los cambios de conducta negativos que muestra el paciente durante su tratamiento, y en lugar de apoyarlos, boicotean su esfuerzo con críticas constantes a su estado de ánimo.
“Hay que entender, sin embargo, que el tratamiento es un momento difícil en donde todos somos parte del problema y, por ende, el mismo hogar que generó hábitos obesos (hoy se habla de “hogar obeso” y no de personas obesas) tiene que poner su grano de arena y tomar ciertos sacrificios en pos de ayudar a quien está atravesando el difícil momento de la dieta”, concluyó el especialista.
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