El doctor Alfred Kinsey, precursor de los estudios rigurosos del comportamiento sexual, llegó a la conclusión de que ninfómana es “alguien que tiene más sexo que tú”.
La terapia no tiene nada que ver con la abstención, como sucede en el alcoholismo o la adicción a las drogas.
El terapeuta guía a su paciente para que sus encuentros eróticos no interfieran con su vida normal
En ese sentido, algunos expertos afirman que eso que hoy llaman “adicción al sexo”, realmente no existe y que la frecuencia sexual es una cuestión personal y exclusiva de cada individuo: hay quien tiene deseo cada día; hay quien sólo dos veces al mes; hay quien sólo dos veces al año.
Anteriormente ese desorden erótico en el caso de los hombres fue llamado satiriasis; en el de las mujeres, ninfomanía.
Y médicos y psicólogos consideraban que el trastorno era peor en ellas, porque su sexualidad era por naturaleza pasiva, tranquila y a la baja.
La palabra “ninfomanía” se utilizó así como etiqueta para mujeres “incapaces” de refrenar su apetito sexual.
Contrastadas con la imagen de la santa y virtuosa ama de casa, eran las vampiresas insaciables que acechaban a los hombres.
Luego el famoso doctor Alfred Kinsey, quien comenzó a estudiar nuestros verdaderos comportamientos sexuales de manera rigurosa, y no sólo las opiniones sobre éstos, llegó a la conclusión de que ninfómana es sólo “alguien que tiene más sexo que tú”.
La abstención no es la cura
Horacio Sánchez, terapeuta sexual por la Asociación Mexicana para la Salud Sexual, A.C., explica que efectivamente “hasta los años 70, tanto la ninfomanía como la homosexualidad estuvieron en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Después se descartaron: no había evidencia de que fueran enfermedades”.
“Lo que hemos encontrado es la conducta sexual compulsiva, pero se considera problema cuando una mujer –o un hombre– declinan su vida social, escolar o laboral por tener encuentros sexuales con otros o por medio de la masturbación”, comenta el especialista.
No obstante, el doctor Sánchez aclara que la terapia en esos casos “no tiene nada que ver con la restricción del erotismo como sucede en el tratamiento del alcoholismo o las drogas, que deben ser evitados por los pacientes.
Los terapeutas solamente vemos que los encuentros eróticos de cualquier tipo no interfieran con la vida normal –por llamarla así– del afectado por esta conducta”.
Libertad de erotismo
Para Carol Groneman, autora de "Una historia de la ninfomanía" (Ed. Grijalbo), en su forma de sexoadicción ha nacido de una reacción conservadora a la libertad erótica de las mujeres originada en los años 60.
“Se cree que la conducta sexual es normal y saludable sólo cuando tiene lugar dentro de una relación monógama, comprometida; todo lo demás es síntoma de un trastorno psicológico”, señala.
Groneman piensa que aunque vivimos una era sobresaturada de mensajes sexuales para vender de todo, la sexualidad femenina sigue siendo vista con temor porque parece incontrolable.
La autora extrae una lección: ¿Cuánto es demasiado y quién lo decide? El doctor Sánchez no deja lugar a dudas: “Si no interfiere con tu vida y no te causa problemas, la frecuencia de los encuentros sexuales es asunto de cada mujer, legítima dueña de su cuerpo y su erotismo”.
La terapia no tiene nada que ver con la abstención, como sucede en el alcoholismo o la adicción a las drogas.
El terapeuta guía a su paciente para que sus encuentros eróticos no interfieran con su vida normal
En ese sentido, algunos expertos afirman que eso que hoy llaman “adicción al sexo”, realmente no existe y que la frecuencia sexual es una cuestión personal y exclusiva de cada individuo: hay quien tiene deseo cada día; hay quien sólo dos veces al mes; hay quien sólo dos veces al año.
Anteriormente ese desorden erótico en el caso de los hombres fue llamado satiriasis; en el de las mujeres, ninfomanía.
Y médicos y psicólogos consideraban que el trastorno era peor en ellas, porque su sexualidad era por naturaleza pasiva, tranquila y a la baja.
La palabra “ninfomanía” se utilizó así como etiqueta para mujeres “incapaces” de refrenar su apetito sexual.
Contrastadas con la imagen de la santa y virtuosa ama de casa, eran las vampiresas insaciables que acechaban a los hombres.
Luego el famoso doctor Alfred Kinsey, quien comenzó a estudiar nuestros verdaderos comportamientos sexuales de manera rigurosa, y no sólo las opiniones sobre éstos, llegó a la conclusión de que ninfómana es sólo “alguien que tiene más sexo que tú”.
La abstención no es la cura
Horacio Sánchez, terapeuta sexual por la Asociación Mexicana para la Salud Sexual, A.C., explica que efectivamente “hasta los años 70, tanto la ninfomanía como la homosexualidad estuvieron en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Después se descartaron: no había evidencia de que fueran enfermedades”.
“Lo que hemos encontrado es la conducta sexual compulsiva, pero se considera problema cuando una mujer –o un hombre– declinan su vida social, escolar o laboral por tener encuentros sexuales con otros o por medio de la masturbación”, comenta el especialista.
No obstante, el doctor Sánchez aclara que la terapia en esos casos “no tiene nada que ver con la restricción del erotismo como sucede en el tratamiento del alcoholismo o las drogas, que deben ser evitados por los pacientes.
Los terapeutas solamente vemos que los encuentros eróticos de cualquier tipo no interfieran con la vida normal –por llamarla así– del afectado por esta conducta”.
Libertad de erotismo
Para Carol Groneman, autora de "Una historia de la ninfomanía" (Ed. Grijalbo), en su forma de sexoadicción ha nacido de una reacción conservadora a la libertad erótica de las mujeres originada en los años 60.
“Se cree que la conducta sexual es normal y saludable sólo cuando tiene lugar dentro de una relación monógama, comprometida; todo lo demás es síntoma de un trastorno psicológico”, señala.
Groneman piensa que aunque vivimos una era sobresaturada de mensajes sexuales para vender de todo, la sexualidad femenina sigue siendo vista con temor porque parece incontrolable.
La autora extrae una lección: ¿Cuánto es demasiado y quién lo decide? El doctor Sánchez no deja lugar a dudas: “Si no interfiere con tu vida y no te causa problemas, la frecuencia de los encuentros sexuales es asunto de cada mujer, legítima dueña de su cuerpo y su erotismo”.
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