Nos gusta la música triste por una hormona
Según un estudio, aquellos a los que les gusta escuchar música triste podrían ser adictos a una hormona que segrega nuestro cuerpo que hace la función de calmar la pena, mientras los que odian este tipo de música podrían carecer de dicha hormona.
Esta es una de las hipótesis que estudia David Huron, un investigador de la Escuela Estatal de Música y Centro para la Ciencia Cognitiva de Ohio, que tomó en su laboratorio muestras de sangre de distintas personas mientras escuchaban música triste, alegre y no escuchaban nada.
"Lo que pensamos que pasa en el caso de la música triste es que las estructuras subcorticales del cerebro de la gente que la está escuchando responden empatizando con la tristeza y eso induce a la tristeza", señala el profesor, que atribuye el placer por escuchar música triste a la prolactina, una hormona asociada a la lactancia y el embarazo.
Según dice Huron en una entrevista con la revista "San Francisco Classical Voice", Cuando vives una experiencia dolorosa, recibes una inyección de prolactina que evita que la pena se te vaya de las manos.
Imagina que pudieras engañar a tu cerebro para pensar en que tu perro ha muerto, pero al final del día, no pudieras.
Esas estructuras subcorticales empezarán a ponerse en modo pena y obtendrás la prolactina, que es el freno al dolor",.
La corteza, la parte consciente del cerebro enviará señales a la estructura subcortical diciéndole "detente, no hay razones para estar triste", asegura el profesor.
Como conclusión, Huron cree que la gente a la que le gusta escuchar música triste obtendrá esa inyección de prolactina mientras que la gente que la odia, no.
Según un estudio, aquellos a los que les gusta escuchar música triste podrían ser adictos a una hormona que segrega nuestro cuerpo que hace la función de calmar la pena, mientras los que odian este tipo de música podrían carecer de dicha hormona.
Esta es una de las hipótesis que estudia David Huron, un investigador de la Escuela Estatal de Música y Centro para la Ciencia Cognitiva de Ohio, que tomó en su laboratorio muestras de sangre de distintas personas mientras escuchaban música triste, alegre y no escuchaban nada.
"Lo que pensamos que pasa en el caso de la música triste es que las estructuras subcorticales del cerebro de la gente que la está escuchando responden empatizando con la tristeza y eso induce a la tristeza", señala el profesor, que atribuye el placer por escuchar música triste a la prolactina, una hormona asociada a la lactancia y el embarazo.
Según dice Huron en una entrevista con la revista "San Francisco Classical Voice", Cuando vives una experiencia dolorosa, recibes una inyección de prolactina que evita que la pena se te vaya de las manos.
Imagina que pudieras engañar a tu cerebro para pensar en que tu perro ha muerto, pero al final del día, no pudieras.
Esas estructuras subcorticales empezarán a ponerse en modo pena y obtendrás la prolactina, que es el freno al dolor",.
La corteza, la parte consciente del cerebro enviará señales a la estructura subcortical diciéndole "detente, no hay razones para estar triste", asegura el profesor.
Como conclusión, Huron cree que la gente a la que le gusta escuchar música triste obtendrá esa inyección de prolactina mientras que la gente que la odia, no.
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