domingo, 8 de noviembre de 2009

Mañana se celebrará vigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín con importantes muestras artísticas y ceremonias en la capital Alemana

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Mañana se celebrará el vigésimo aniversario del comienzo del fin de una era de la historia mundial. En la capital alemana y en otras importantes ciudades se realizarán muestras artísticas y ceremonias.

Alemania, y en realidad todo el mundo, celebrará mañana el vigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín.

Por esa razón, la capital alemana se convirtió por estas horas en el centro mediático del mundo ya que allí se realizarán diferentes muestras artísticas, eventos y ceremonias que tendrán sus répicas en las más importantes ciudades del planeta.

Sin embargo, el evento principal de las celebraciones será la Fiesta de la Libertad, a la que acudirán importantes políticos del mundo como Hillary Clinton, Gordon Brown y Nicolas Sarkozy, según informa el diario La Nación.


La ciudad resurgida de las cenizas
De símbolo de la Guerra Fría al nuevo Berlín que no oculta los estragos de la historia: la escenografía del acto central del lunes, con el derribo de un dominó de 1,5 kilómetros, desde la Potsdamer Platz a la Puerta de Brandeburgo, difundirá por todo el planeta esa imagen de ciudad poderosa, revitalizada desde su desgarro.

Medios de todo el mundo copan el centro de la capital, recorren las huellas dejadas por los 155 kilómetros de Muro que durante 28 años rodearon su sector occidental y entrevistan a ciudadanos corrientes y políticos de uno y otro lado en busca de su testimonio.

La grandeza de la noche del 9 de noviembre consistió en la respuesta espontánea de las decenas de miles de ciudadanos que se lanzaron sobre la frontera. Será difícil que una escenografía, por perfecta que resulte, supere la carga emotiva contenida en las imágenes de entonces.

Para Berlín es una oportunidad de mostrar su actual epidermis, que alterna las cicatrices históricas con la nueva ciudad surgida en lo que durante décadas fue tierra de nadie, junto al Muro, como la Potsdamer Platz.

El 9 de noviembre fue la culminación de la Revolución Pacífica, que de la consigna del "Wir sind das Volk" -"Nosotros somos el Pueblo"- de las primeras marchas minoritarias desembocó en semanas en manifestaciones masivas en todo el país.

La presión era insostenible para la República Democrática Alemana (RDA), presionada además por la "Perestroika" de Mijail Gorbachov. El comunicado que precipitó la apertura de las fronteras, el 9 de noviembre, derribó los últimos diques de contención.

A la noche que pasó a la historia como la de la caída del Muro siguieron muchos días y noches de euforia, con caravanas de "Trabis" -el coche arquetípico germano-oriental- cruzando al otro lado.

La Puerta de Brandeburgo siguió cerrada durante cierto tiempo, mientras las grúas se llevaban, bloque a bloque, no sólo el centenar y medio de kilómetros de hormigón que rodeó el Berlín occidental, sino los 1.400 que formaron la frontera divisoria, de norte a sur, entre la RDA y la República Federal de Alemania (RFA).

Desarmar el Muro llevó meses, en los que el ruido de la maquinaria iba parejo al martilleo de berlineses y turistas por quedarse con un recuerdo del Muro.
Paralelamente, se producía también el desmantelamiento del Politbüro -y la celebración de las primeras elecciones libres de la RDA -en mayo de 1990-, que ganó la CDU del canciller Helmut Kohl.

En julio entró en vigor la unificación monetaria y después Kohl y Gorbachov anunciaron el acuerdo que, tras duras negociaciones, dio luz verde a la reunificación, con la aquiescencia de las restantes potencias aliadas -EEUU, Reino Unido y Francia-. La RFA seguiría integrada en la OTAN, la RDA se desmembraba del Pacto de Varsovia.

El 3 de octubre de 1990 se firmó el Tratado de Unidad por el que el territorio de la RDA se integró en la RFA. Fue una absorción, que arrasó con el régimen germano-oriental, pero también con los referentes y señas de identidad de sus 16 millones de habitantes.

Berlín tardó aún en recuperar la capitalidad perdida con la derrota del Tercer Reich (1945) y la división del país entre las cuatro potencias vencedoras de la II Guerra Mundial. Durante todas esas décadas, el Parlamento y gobierno de la RFA quedaron alojadas en la llamada "aldea federal", Bonn.

Finalmente, el 20 de junio de 1991, y por el estrecho margen de 17 votos de diferencia, el Parlamento aprobó la mudanza a Berlín, lo que a su vez llevó largos preparativos hasta consumarse en 1999.

Veinte años después de la caída del Muro y un decenio después de recuperar la capitalidad, Berlín sigue siendo una ciudad patas arriba y algo incómoda, para algunos, pero fascinante para muchos otros, precisamente porque extrae belleza de sus cicatrices.

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