El riñón organo clave que aunta de un 30
a un 50% la purificación de la sangre diario
en las mujeres embarazadas
En estos últimos años, la cultura del ejercicio físico ha cautivado a mujeres de todas las edades, y esta pequeña revolución en sus hábitos de vida ha hecho que, paralelamente, el mundo científico se haya interesado por conocer mejor a la mujer deportista.
El ejercicio físico durante el embarazo es una de esas situaciones específicas de la mujer que plantea numerosas preguntas.
Una mujer embarazada quiere saber si puede seguir practicando deporte; quiere saber qué volumen e intensidad de trabajo físico son seguros para ella y su futuro hijo y, sobre todo, qué posibles beneficios y riesgos pueden acompañar a la práctica de ejercicio durante los meses de gestación.
Ante estas preguntas, hay que tener presente que cada embarazo es diferente para cada mujer, y que cada mujer precisa respuestas individualizadas.
No obstante, la información acumulada en estos últimos 20 años permite aconsejar a una gestante que no presente complicaciones médicas u obstétricas una prescripción segura de ejercicio físico.
El embarazo supone un esfuerzo muy importante para el cuerpo de la madre. El organismo de la mujer tiene que adaptarse a nivel cardiovascular, metabólico, hormonal, respiratorio y musculoesquelético.
Estas adaptaciones tienen como objetivo crear un medio óptimo para el desarrollo del feto y se acompañan de una serie de circunstancias que la futura madre debe conocer.
¿Por qué la embarazada tiende a bajar los hombros y arquear su espalda hacia adelante?
Porque el aumento de tamaño del útero y del pecho ocasiona una alteración del equilibrio de la mujer embarazada.
El ser humano necesita energía para vivir y reproducirse; y esta energía proviene de un proceso de combustión, en cada célula, que necesita nutrientes (principalmente glucosa, grasa) y oxígeno; lógicamente, durante la fase de gestación las células de la madre y feto necesitan más energía.
¿Cómo consigue la futura madre más oxígeno y más nutrientes?. Haciendo que los pulmones ventilen hasta un 50% más de aire por minuto y que el corazón bombee más sangre.
Esta sangre se encarga de transportar el oxígeno y los nutrientes necesarios para la madre y el feto.
A partir del segundo trimestre de embarazo, la mujer necesita una medida de 300 calorías extras cada día para hacer frente a este aumento de necesidades energéticas.
Con el aumento de la combustión de glucosa y grasa cada célula obtiene la energía que necesita; pero, inevitablemente, también se produce más calor, que podría hacer subir la temperatura central del cuerpo, y más productos de desecho que habrá que eliminar.
¿Es peligroso para el feto que aumente la temperatura interna de la madre? Sí, a partir de un límite.
El feto depende totalmente de la madre para regular su temperatura; en reposo, tiene una temperatura 0.5°C superior a la de la madre.
Este gradiente de temperatura facilita la pérdida de calor del feto, transfiriéndolo a la madre principalmente a través de la placenta.
Por lo tanto, cualquier aumento en la temperatura central de la madre (por ejemplo, la fiebre producida por una infección) se refleja inmediatamente en una elevación de la temperatura central fetal.
Se habla de que si durante las primeras semanas de gestación, la temperatura central materna sobrepasa el umbral de los 39.2º C, se produce un aumento de las posibilidades de malformaciones congénitas del feto.
Para evitar esto, la red de vasos sanguíneos que circulan debajo de la piel de la mujer actúa a modo de radiador, dilatándose y permitiendo que la sangre haga de elemento refrigerante. Además, también se produce más sudoración con el consiguiente aumento en la pérdida de calor.
¿Cómo elimina el cuerpo el exceso de desechos?
El riñón es un órgano clave para la eliminación de los desechos producidos por la actividad de las células. Se sabe que con el embarazo aumenta de tamaño y peso y, desde un punto de vista funcional, aumenta un 30-50% la cantidad de sangre que es filtrada diariamente por este órgano.
Pero con este aumento de su función no sólo se filtran y eliminan los productos de desecho, sino que también se filtran, y en parte se pierden, productos muy importantes de la sangre como glucosa, aminoácidos y ciertas vitaminas (B3, C y Folato).
Por ejemplo, se puede llegar a perder por la orina hasta 2g/ día de aminoácidos, y aunque una dieta equilibrada suministra cantidades suficientes para reemplazar estas pérdidas, en caso de un aumento en la demanda de estos productos, como en el ejercicio físico, este aspecto tiene que ser tenido en cuenta. Fuente: SDES
a un 50% la purificación de la sangre diario
en las mujeres embarazadas
En estos últimos años, la cultura del ejercicio físico ha cautivado a mujeres de todas las edades, y esta pequeña revolución en sus hábitos de vida ha hecho que, paralelamente, el mundo científico se haya interesado por conocer mejor a la mujer deportista.
El ejercicio físico durante el embarazo es una de esas situaciones específicas de la mujer que plantea numerosas preguntas.
Una mujer embarazada quiere saber si puede seguir practicando deporte; quiere saber qué volumen e intensidad de trabajo físico son seguros para ella y su futuro hijo y, sobre todo, qué posibles beneficios y riesgos pueden acompañar a la práctica de ejercicio durante los meses de gestación.
Ante estas preguntas, hay que tener presente que cada embarazo es diferente para cada mujer, y que cada mujer precisa respuestas individualizadas.
No obstante, la información acumulada en estos últimos 20 años permite aconsejar a una gestante que no presente complicaciones médicas u obstétricas una prescripción segura de ejercicio físico.
El embarazo supone un esfuerzo muy importante para el cuerpo de la madre. El organismo de la mujer tiene que adaptarse a nivel cardiovascular, metabólico, hormonal, respiratorio y musculoesquelético.
Estas adaptaciones tienen como objetivo crear un medio óptimo para el desarrollo del feto y se acompañan de una serie de circunstancias que la futura madre debe conocer.
¿Por qué la embarazada tiende a bajar los hombros y arquear su espalda hacia adelante?
Porque el aumento de tamaño del útero y del pecho ocasiona una alteración del equilibrio de la mujer embarazada.
El ser humano necesita energía para vivir y reproducirse; y esta energía proviene de un proceso de combustión, en cada célula, que necesita nutrientes (principalmente glucosa, grasa) y oxígeno; lógicamente, durante la fase de gestación las células de la madre y feto necesitan más energía.
¿Cómo consigue la futura madre más oxígeno y más nutrientes?. Haciendo que los pulmones ventilen hasta un 50% más de aire por minuto y que el corazón bombee más sangre.
Esta sangre se encarga de transportar el oxígeno y los nutrientes necesarios para la madre y el feto.
A partir del segundo trimestre de embarazo, la mujer necesita una medida de 300 calorías extras cada día para hacer frente a este aumento de necesidades energéticas.
Con el aumento de la combustión de glucosa y grasa cada célula obtiene la energía que necesita; pero, inevitablemente, también se produce más calor, que podría hacer subir la temperatura central del cuerpo, y más productos de desecho que habrá que eliminar.
¿Es peligroso para el feto que aumente la temperatura interna de la madre? Sí, a partir de un límite.
El feto depende totalmente de la madre para regular su temperatura; en reposo, tiene una temperatura 0.5°C superior a la de la madre.
Este gradiente de temperatura facilita la pérdida de calor del feto, transfiriéndolo a la madre principalmente a través de la placenta.
Por lo tanto, cualquier aumento en la temperatura central de la madre (por ejemplo, la fiebre producida por una infección) se refleja inmediatamente en una elevación de la temperatura central fetal.
Se habla de que si durante las primeras semanas de gestación, la temperatura central materna sobrepasa el umbral de los 39.2º C, se produce un aumento de las posibilidades de malformaciones congénitas del feto.
Para evitar esto, la red de vasos sanguíneos que circulan debajo de la piel de la mujer actúa a modo de radiador, dilatándose y permitiendo que la sangre haga de elemento refrigerante. Además, también se produce más sudoración con el consiguiente aumento en la pérdida de calor.
¿Cómo elimina el cuerpo el exceso de desechos?
El riñón es un órgano clave para la eliminación de los desechos producidos por la actividad de las células. Se sabe que con el embarazo aumenta de tamaño y peso y, desde un punto de vista funcional, aumenta un 30-50% la cantidad de sangre que es filtrada diariamente por este órgano.
Pero con este aumento de su función no sólo se filtran y eliminan los productos de desecho, sino que también se filtran, y en parte se pierden, productos muy importantes de la sangre como glucosa, aminoácidos y ciertas vitaminas (B3, C y Folato).
Por ejemplo, se puede llegar a perder por la orina hasta 2g/ día de aminoácidos, y aunque una dieta equilibrada suministra cantidades suficientes para reemplazar estas pérdidas, en caso de un aumento en la demanda de estos productos, como en el ejercicio físico, este aspecto tiene que ser tenido en cuenta. Fuente: SDES
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