En la Argentina, uno de cada 3 menores presenta sobrepeso. Los especialistas destacan la importancia de incorporar hábitos saludables desde la primera infancia.
En los últimos años ha crecido notablemente la prevalencia tanto del sobrepeso como de la obesidad en todo el mundo.
Esta situación provocó que en el año 1997 la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconociera a la obesidad como una epidemia global y, a partir de ese momento, los esfuerzos concentrados en la prevención desplazaron a los problemas “tradicionales” de salud pública como la desnutrición y las infecciones.
Las autoridades sanitarias se encuentran profundamente preocupadas por el futuro, porque según la Lic. Andrea Cotti, jefa de la Sección de Nutrición Infantil del Hospital Universitario Austral, hoy en la Argentina, “uno de cada tres niños presenta sobrepeso, mientras uno de cada 10 sufre obesidad”.
Esto implica que cuando sean adultos estarán más propensos a padecer determinadas patologías. “La obesidad infantil debe analizarse desde dos perspectivas. Por un lado, las complicaciones a corto plazo, y por otro, a la fuerte asociación con la obesidad del adulto.
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Si bien esta problemática no mata de por sí, constituye un factor aglutinante de comorbilidades entre las que se cuentan el incremento de la hipertensión arterial, la intolerancia a los hidratos de carbono, la diabetes tipo 2, el síndrome metabólico y las dislipidemias, que contribuyen al incremento del riesgo cardiovascular después de una determinada edad”, enfatiza la experta.
Por esto, aclara que es fundamental comenzar el tratamiento y la prevención de un niño obeso, para evitar los problemas que acarrea ser un adulto obeso.
“Es en la niñez cuando se instalan los hábitos y el estilo de vida, y es el momento preciso para iniciar medidas preventivas que promuevan un estilo de vida saludable en cuanto a la alimentación, la actividad física y la limitación del uso indiscriminado de la televisión, la computadora y los videojuegos”, señala la Lic. Cotti.
Además, añade que es relevante que las mujeres estén al tanto de esto desde el embarazo, para alimentarse correctamente y adherir a la alimentación exclusiva con leche materna durante los primeros seis meses de vida.
Números y tendencias.
El servicio de Cardiología del HUA, en colaboración con Nutrición Infantil, realizó el año pasado un estudio sobre hábitos alimentarios, actividad física y tabaquismo en una población de 6.318 alumnos de entre 6 y 18 años, de 26 escuelas del conurbano bonaerense, con el objetivo de conocer la epidemiología y delinear estrategias preventivas.
Las conclusiones indican que la dieta base de los encuestados es rica en grasas, azúcares, sal, carnes rojas y escaso consumo de pescados.
Por su parte, la ingesta de frutas y verduras también fue poco significativa, dado que menos del 15% de los jóvenes consumen vegetales diariamente. Asimismo, se evidenció un alto porcentaje (78,6%) de adhesión a las comidas rápidas, sándwiches, fiambres y embutidos; mientras que la ingesta de leche no superó el 59% en los desayunos o meriendas.
Finalmente, las bebidas elegidas para acompañar los almuerzos y las cenas fueron las gaseosas y los jugos azucarados.
“Este tipo de alimentación está muy lejos de las recomendaciones que pregonan una alimentación variada, moderada, rica en frutas, verduras, lácteos, carnes magras de todo tipo, cereales, legumbres, aceites crudos, agua y uso discreto de la sal y del azúcar.
Se trata, por el contrario, de una dieta que, junto con el bajo nivel de actividad física, favorece la instalación y la perpetuación de la obesidad desde edades muy tempranas”, afirma la Lic. Andrea Cotti, y arriesga una solución posible:
“Creo que la prevención debe trascender el consultorio pediátrico para alcanzar a toda la población a través de la familia, las instituciones educativas, los clubes y los lugares de recreación, así como las entidades no gubernamentales y los medios de comunicación, para instaurar una cultura de la prevención de la obesidad”.
En los últimos años ha crecido notablemente la prevalencia tanto del sobrepeso como de la obesidad en todo el mundo.
Esta situación provocó que en el año 1997 la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconociera a la obesidad como una epidemia global y, a partir de ese momento, los esfuerzos concentrados en la prevención desplazaron a los problemas “tradicionales” de salud pública como la desnutrición y las infecciones.
Las autoridades sanitarias se encuentran profundamente preocupadas por el futuro, porque según la Lic. Andrea Cotti, jefa de la Sección de Nutrición Infantil del Hospital Universitario Austral, hoy en la Argentina, “uno de cada tres niños presenta sobrepeso, mientras uno de cada 10 sufre obesidad”.
Esto implica que cuando sean adultos estarán más propensos a padecer determinadas patologías. “La obesidad infantil debe analizarse desde dos perspectivas. Por un lado, las complicaciones a corto plazo, y por otro, a la fuerte asociación con la obesidad del adulto.
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Si bien esta problemática no mata de por sí, constituye un factor aglutinante de comorbilidades entre las que se cuentan el incremento de la hipertensión arterial, la intolerancia a los hidratos de carbono, la diabetes tipo 2, el síndrome metabólico y las dislipidemias, que contribuyen al incremento del riesgo cardiovascular después de una determinada edad”, enfatiza la experta.
Por esto, aclara que es fundamental comenzar el tratamiento y la prevención de un niño obeso, para evitar los problemas que acarrea ser un adulto obeso.
“Es en la niñez cuando se instalan los hábitos y el estilo de vida, y es el momento preciso para iniciar medidas preventivas que promuevan un estilo de vida saludable en cuanto a la alimentación, la actividad física y la limitación del uso indiscriminado de la televisión, la computadora y los videojuegos”, señala la Lic. Cotti.
Además, añade que es relevante que las mujeres estén al tanto de esto desde el embarazo, para alimentarse correctamente y adherir a la alimentación exclusiva con leche materna durante los primeros seis meses de vida.
Números y tendencias.
El servicio de Cardiología del HUA, en colaboración con Nutrición Infantil, realizó el año pasado un estudio sobre hábitos alimentarios, actividad física y tabaquismo en una población de 6.318 alumnos de entre 6 y 18 años, de 26 escuelas del conurbano bonaerense, con el objetivo de conocer la epidemiología y delinear estrategias preventivas.
Las conclusiones indican que la dieta base de los encuestados es rica en grasas, azúcares, sal, carnes rojas y escaso consumo de pescados.
Por su parte, la ingesta de frutas y verduras también fue poco significativa, dado que menos del 15% de los jóvenes consumen vegetales diariamente. Asimismo, se evidenció un alto porcentaje (78,6%) de adhesión a las comidas rápidas, sándwiches, fiambres y embutidos; mientras que la ingesta de leche no superó el 59% en los desayunos o meriendas.
Finalmente, las bebidas elegidas para acompañar los almuerzos y las cenas fueron las gaseosas y los jugos azucarados.
“Este tipo de alimentación está muy lejos de las recomendaciones que pregonan una alimentación variada, moderada, rica en frutas, verduras, lácteos, carnes magras de todo tipo, cereales, legumbres, aceites crudos, agua y uso discreto de la sal y del azúcar.
Se trata, por el contrario, de una dieta que, junto con el bajo nivel de actividad física, favorece la instalación y la perpetuación de la obesidad desde edades muy tempranas”, afirma la Lic. Andrea Cotti, y arriesga una solución posible:
“Creo que la prevención debe trascender el consultorio pediátrico para alcanzar a toda la población a través de la familia, las instituciones educativas, los clubes y los lugares de recreación, así como las entidades no gubernamentales y los medios de comunicación, para instaurar una cultura de la prevención de la obesidad”.
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