jueves, 20 de mayo de 2010

Cunado las mujeres no pueden vivir sin el ''otro'' se convierten en dependientes

La dependencia puede ser patológica cuando está ligada a la posesión, a la exclusividad en las relaciones o al desarrollo de "sentimientos adictivos".
Qué hacer cuando no se tolera la ausencia.

La Real Academia Española define a la dependencia como la "necesidad compulsiva de alguna sustancia". Poco varía si el concepto se aplica a las relaciones interpersonales.

"Una persona dependiente necesita al otro permanentemente y no se tolera la ausencia. Y lo que generalmente ocurre es que cuando alguien tiene pánico a la soledad, lo que pasa es que se queda solo porque tanta demanda asusta al otro". En esos términos se refirió a la psicoanalista y escritora Carmen Iriondo a la hora de definir la dependencia.

Pese a que la dependencia en sí misma es parte de la estructura de la especie humana y es universal, "se nota más en la mujer porque en lo cultural 'hace' como que necesita más".

Pero dado que "el género es una posición en la vida, muchas veces la mujer tiene posición masculina y el hombre es el que depende".

Así es que para reconocer a una mujer dependiente, Iriondo destacó que "una de las maneras más claras de identificarla es su infantilismo, su cualidad de ubicarse en una relación como subordinada al otro, como que es menos, es esa media seducción a través de la victimización".

Para la profesional, este tipo de mujeres "le dan al otro un lugar de poder y ellas queda en ese círculo vicioso".

Lo que se conoce como adicción es la dependencia en su extremo.

La dependencia "normal" se convierte en patológica de acuerdo con la historia de la persona. "Lo que marca la estructura es la relación con la madre, y cómo se separa. Cuánto aire le deja la madre; en los espacios que le deja la madre se muestra el amor", explicó Iriondo, quien remarcó que "esa célula que no se independiza a tiempo es lo que se reproduce a lo largo de los otros vínculos y hace que se necesita al otro permanentemente".

En palabras de Iriondo, "la dependencia es normal cuando se percibe que hay una relación amorosa, que implica ceder mucho, hay confianza y espacio para pensar".

"El vínculo se empieza a enfermar cuando no se puede vivir sin el otro (cuando la persona es como un bebé, que no puede vivir sin la madre). Cuando alguien no puede vivir sin otro, la dependencia se encuentra en un grado para ser tratado por un profesional", determinó la psicoanalista, quien agregó: "La dependencia extrema produce mucha depresión, es difícil conectarse con el deseo. Se proyecta todo en el otro".

"Lo que le pasa a las mujeres dependientes es que no se nutren a sí mismas, siempre necesitan a otro", dijo la especialista, para quien la clave es "poder convivir con alguien sin proyectarle todas las necesidades propias". Para ella, "es posible estar muy enamorado, pero funcionar por uno mismo".

Consultada acerca de los perjuicios que una persona dependiente tiene en su vida, Iriondo subrayó que "la dependencia genera una ligazón permanente a la tristeza", así como "pobreza en las relaciones sociales".

"Los dependiente creen que su ombligo es el que rige el mundo, no valoran lo bien que se encuentra con lo mal que está otro y eso hace que se pierda cosas de la vida", recalcó.

Para revertirlo, "la persona debe descubrir lo desgraciada que es cuando depende". "Paradójicamente la relación con el psicólogo suple el espacio de dependencia; el rol del psicoanalista es importante para aceptar la dependencia y después lograr la libertad", aseguró la profesional.

"Lo importante es que todo puede ser bueno o malo. Como todo. La dependencia es buena cuando es aceptable, cuando es amor. El otro extremo es narcisismo y eso no puede ser positivo nunca", finalizó. Via: IB

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